DESCANSO EN VILLA AVECIA (BOLIVIA 2006)

viernes, 22 de octubre de 2010

CUENCA—SALINAS, Ecuador (387 Kms)



Me despertaron los martillazos de una cuadrilla de albañiles que trabajaba en una obra contigua al hotel donde me alojaba. Eran las 07 hs de la mañana. Me levanté, miré por la ventana y vi que el cielo estaba limpio, sin una nube.

¡Qué suerte! —me dije—, tendré hoy una buena jornada.

Como ya lo expresé antes, me gusta salir temprano a la ruta, a más tardar a las nueve de la mañana, para llegar a destino a las primeras horas de la tarde. De este modo puedo gozar, con el tiempo a mi favor, de los placeres del recorrido: tomar fotos y charlar con los pobladores.

Pero la partida tuvo que demorarse. La razón: el valijero del hotel no me retiró la ropa de la lavandería la tarde anterior. Tuve que esperar a que abriera el local y recién allí poder partir a las 11,30 hs ya cuando el calor, el tránsito y el día tenían algunas horas trajinadas.

Esto me cargó de una preocupación autocontrolada que estaba incrustada en algún lugar de mi cerebro durante todo el recorrido... y me incomodaba. Sabía que eran 430 kms hacia el norte por caminos desconocidos y que tenía a Guayaquil como ciudad de paso ¡Y en sus horas pico! Más 200 kms adicionales hasta llegar al lugar de destino: Salinas.

A los cincuenta kilómetros comencé a trepar la cuesta, nuevamente la cordillera de los Andes, hasta llegar a un máximo de cuatro mil y pico de msnm. Fueron trepadas menos pronunciadas que las del día previo a mi llegada a Cuenca, la del Parque Nacional Cajas, pero más largas, de mayor recorrido. Para utilizar una analogía diría que era como subir por una rampa, donde se camina y se demora más, y no por una escalera donde se camina menos pero se llega más rápido.

El paisaje por momentos era muy bello, pero por escasos momentos. Aparecía esa imagen única de sorpresa, de sopetón, después de una lomada, o de una curva cerrada, tanto en subida como en bajada. Y para efectuar las tomas fotográficas debía detenerme con la precaución extrema de sostener bien la moto para evitar que se me fuera para adelante o para atrás…

¡Puta…! me pasé... Esa foto no la puedo perder. Mierda, que bajada pronunciada. ¿Viene alguien….? Adelante….nadie. Por atrás…¡Davanti...! ¡Carajo, como sigzaguea el manillar al doblar! ¡Guarda, guarda…! Estas piedritas deslizantes bajo mi bota…. ¡Guarda…! Es bajada y se puede ir ¿Puse primera? Sí, ahora sí… ¡Click, click! No, otra, esta otra toma es mejor… ¡Qué bonita toma! ¡Uf...! Arrancará?.. Ah, siii…

La ruta estaba en pésimo estado, lo que no me permitía el goce pleno de la belleza que ante mí se presentaba como una gracia, como un donativo. Tenía que estar permanentemente concentrado, atento al recorrido: a los pozos, a los cortes bruscos del camino, donde se pasaba del hormigón mal construido, con el trac, trac de sus juntas de dilatación desniveladas y abiertas…, al ripio recién movido por las máquinas viales que permanentemente allí trabajan; o a la tierra polvorienta que dificultaba al ciento por ciento la visión; atento también a las paradas bruscas con esperas de 15 minutos o más, detrás de una larga fila de vehículos que en silencio esperaban su turno para continuar su marcha durante dos o más kilómetros por un único carril. Y en el otro extremo los otros que esperaban nuestro paso….treinta o más unidades con sus motores recalentados.

¿¡Cómo es posible todo esto?! ¡Dificultades para circular desde hace más de cien años! ¡Y entre dos ciudades importantes desde el punto de vista turístico: Guayaquil y Cuenca!

Estos hijos de puta de políticos latinoamericanos, enriquecidos en la función pública: millonarios, demagógicos, verborrágicos, populistas de categorías sin nombre ¡Enfermos…! son los responsables de esta decadencia, de esta pobreza y desinversión en medio de sus riquezas ilícitas, de sus negociados criminales ¡Y por más de doscientos años! ¡Qué rechazo que me producen! Empezando por el gobierno de Chávez y terminando por el de los Kirchner....


Gran parte del camino lo tuve que hacer de parado para tener un absoluto control de la moto. Fijaba la mirada en cada piedra, en cada pozo, en cada charco, en cada curva polvorienta que me cerraba la visión y me ensuciaba hasta los dientes como abrasivos difíciles de escupir.

—¡Amigo…amigo! Dime… ¿Cuándo termina esta mierda de camino? Tengo las pelotas llenas de tanta tierra y ripio
—Je, je…ya termina, mister. Tiene unos 15 a 20 minutos más de recorrido.

Al comenzar el descenso hasta el nivel del mar, sobre la polvareda, y sin perder mi concentración, me encontré de sorpresa, en una curva cerrada y sobre mi carril de avance, con un acoplado cargado de mármol recién volcado que me impedía el paso bruscamente ¡Y sin balizas que anunciaran con anticipación el peligro! Menos mal que viajaba despacio, previendo estas sorpresas irresponsables y aleatorias.



El tramo final de la ruta a Guayaquil, unos 50 kms, se mejoró bastante. Pero comenzó el tránsito intenso, los sobrepasos limitados, el intenso calor de 35° C (que me marcaba la computadora de la moto), y el cansancio que ya se insinuaba como extremo ¡Y me quedaban cerca de 200 kms más a Cuenca! ¡Y debiendo pasar Guayaquil….! Ya eran las cinco de la tarde. Había tardado para hacer 230 kms cinco horas y media desde que partí de Cuenca ¿Cómo serán los próximos 200? ¿Llegaré de día? Creo que sí. El sol se ve demasiado alto aún.

GUAYAQUIL
Guayaquil es una ciudad moderna. Muy moderna. Unos puentes fantásticos cruzan la desembocadura del río Daule en el golfo de Guayaquil, por medio de anchas autovías y con un tránsito similar al de la ciudad de Bs As. El calor era intenso. No tenía la menor idea de como salir de este infierno con destino a la costa o Ruta del Sol donde la ciudad de Salinas era el punto de inicio. Mi GPS, por alguna razón, no me guiaba por donde debía. Utilicé el otro, el humano, el de la pregunta que guía.

Aprovechando la demora en un semáforo le pregunté a un circunstante de una camioneta 4x4 por la salida.

—Amigo ¿Cómo se sale para Salinas?
...
Al principio me miró con desconfianza. Pero al verme entre medio de tantos vehículos bajo el intenso calor, bajó la ventanilla. El semáforo se ponía en amarillo, el tránsito presionaba. Pensó, por lo complicado de la respuesta, que lo mejor sería guiarme, y ya ante la verde del semáforo habilitando el paso me gritó, sacando la cabeza por la ventanilla:
...
—¡Sígueme….! Y puso primera.

Qué tipo solidario. Qué buena gente…. El guiño a la izquierda, guiño a la izquierda obediente. Semáforo que interrumpe. Una moto a mi costado me levanta el pulgar. Todos miran. Una mujer saca la cabeza de la ventanilla “De dónde eres” “De Argentina”…. "Bienvenido a Ecuador" Ok, ok... Guiño a la derecha, guiño a la derecha obediente. Acelera, acelero, largo recorrido.... se detiene, me detengo a su lado…


—Sigue derecho por esta autovía ¡Siempre derecho! Al llegar a una lomada toma a la izquierda. Cualquier duda preguntas por allí.
—Gracias…muchas gracias...! Lo miré impotente ¿
Qué otra cosa más podría decirle? Estaba emocionado.

Ya para ese momento estaba circulando por una hermosa autovía de tres carriles por lado. Muchísimo tránsito, con derivaciones por todos lados. Me detuve en una estación de servicio para preguntar como seguía esta marcha. Y al instante saltó un motoquero que me dijo:

Sígueme. Voy por allí.

Dudando de estos voluntarios motoqueros por las advertencias de robo que tenía, estaba alerta por donde me guiaba. En un momento sospeché algo raro cuando empecé a circular por una ruta muy solitaria, pero a los pocos minutos empalmó con otra autovía de 6 carriles. Vi que me hacía señas con su mano izquierda para que me acercara, cosa que hice, y me gritó.

—¡Derecho! ¡Siempre derecho...! Esta autovía lo dejrá en Salinas.

Levanté mi pulgar izquierdo en señal de agradecimiento y me despedí de este amigo, al que injustamente lo califiqué como sospechoso, con una potente aceleración liberadora.

A partir de allí no reduje mi velocidad de 120 kms por hora en ningún momento.... Compensó este desahogado recorrido todas las demoras y malestares anteriores del viaje.

Llegué a Salinas a las 19,30 hs. Había viajado sin parar y sin bajarme de la moto por más de 8 hs. Estaba sano y salvo. Satisfecho conmigo mismo.
SALINAS
Salinas es una ciudad exclusivamente turística que funciona a full durante los meses de verano, desde diciembre a marzo. Algo así como un Pinamar ecuatoriano, donde fuera de temporada no circula un alma por sus calles fuera de temporada. Parecía esas ciudades Hollywoodenses creadas al solo efecto de filmar películas.

Tenía grandes edificios de departamentos ubicados sobre el malecón, algunos de moderna arquitectura. Pero nada más. En historia...., nada. Sin personalidad, sin sangre por sus venas, sin identidad. Una ciudad como todas las ciudades. Un híbrido. Estoy escuchando a Tinelli por la TV del hotel.



Al no tener historia, su arquitectura, en especial la religiosa, refleja el espíritu de la Modernidad donde la fe comenzó a cederle paso a la racionalidad.

Quizá la mejor metáfora de esta racionalidad Moderna la dé este podado ligustrín : matemática, círculo, esfera, causa y efecto, orden, simetría, prolijidad, norma, paradigma, limpieza, castigo... Y en la iglesia: El bien y el mal. Excomunión.


...
Por suerte la Posmodernidad vino a echar por tierra con todo esto, como una topadora gigante que se come toda norma, toda verdad absoluta con pretensiones imperativas de universalidad. Será por eso que no simpatizo con el chavokirchnerismo a la latinoamericana que corre a contracorriente de la evolución histórica, ya sea por ignorancia, por necedad, o por corrupción... Situaciones éstas que ya le preanuncia un destino de tragedia con un final de ciclo categórico.
...
(Antes de continuar para Quito por la Ruta del Sol, me quedaré en dos lugares previos que decidiré cuáles serán en función de cómo me agraden. Me dijeron que Quito es muy bello por su historia, su arquitectura… que vale la pena quedarse algunos días para conocerlo. Aprovecharé este tiempo para hacer el servicio a la moto, que demostró una vez más que es la reina del camino)

MISCELÁNEA
Recién llego de cenar. Estuve en un lugar único, que me lo recomendó un trabajador del hotel donde me alojo. Sabía que no me iba a equivocar. Confiaba en él. Le dije:

—Amigo, recomiéndame un lugar que sea popular. No deseo lujo, ni brillos. Allí no aprendo nada. Eso sí, que se coma bien.
—Acá a la vuelta...
—me dijo con seguridad— Vaya tranquilo.

Y partí para allí.

Era un lugar en medio de la casi total oscuridad con unas mesas de plástico blanco ubicadas sobre la verdea, sin orden alguno ni disciplina, bajo un toldo de lona vieja.

El que manejaba la batuta era un muchacho parlanchín, algo excedido en peso, relativamente bajo, de unos 38 a 40 años, muy simpático y ocurrente. Asaba la carne y los choclos blancos de granos gruesos y sustanciosos, sobre una especie de "chulengos" o medios tambores de chapa. El humo salía con fuerza por todos lados menos por la chimenea. Él estaba a sus anchas. Tenía puesto un gorro de lana más sucio que sus propias manos.

El lugar estaba lleno de trabajadores y trabajadoras que recién salían de sus respectivos trabajos, con sus rostros sudorosos y manchados. Seríamos en total unos quince o veinte comensales.

Mientras cenaba el sabroso menú del día (Pollo a la brasa con arroz, una salsa especial hecha con granos gruesos cuyos nombres desconozco y un súper choclo asado revestido con queso en polvo, no rayado) el simpático cocinero quería seducir a una hermosa muchacha de unos 28 años, delgada, lindo culo, tan simpática como él, de figura llamativa, que le seguía la corriente. Para el gusto de los asistentes era una mujer perfecta. Todos los ojos y oídos de los comensales se dirigían hacia ellos dos, riéndose de las ocurrencias graciosas del pretendido seductor y de las respuestas oportunas de ella.

Él le decía a la dama, con mucho respeto:

— Escucha Maribel, escucha, por última vez te lo propongo. Tiremos la moneda, te parece... Si cae "cara" yo te doy un beso y si cae "seca"... ¡Tu me das un beso...!

Y las carcajadas se dejaban oír a dos cuadras a la redonda.

Pagué mis consumición y me retiré henchido de placer. Hacía tiempo que no comía tan bien ni me sentía existencialmente tan pleno.

Al regresar, la noche cubría mi figura en las solitarias calles de Salinas. Las aves habían callado su trinos y plegado sus alas para dormir. Solo la luna abrazaba con su brillo de plata a la ciudad toda. El día se había escurrido por completo. Sólo me quedaba el recuerdo.
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Salinas , Ecuador, 22 de octubre de 2010
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