DESCANSO EN VILLA AVECIA (BOLIVIA 2006)

domingo, 5 de diciembre de 2010

RETALHULEU, Guatemala— JUCHITÁN, México (508 Kms)


Campos al sol y cielo azul.....vb¡Hi, México...! .............vegla ve..La vegetación se va diluyendo
Salí temprano de Retalhuleu rumbo a la frontera mexicana ubicada a 85 kms. Tardé casi dos horas en llegar por las complicaciones del tránsito, los cuidados que debía tener en los pueblos ruteros debido a los cruces constantes de peatones por el camino y por los "lomos de burros" que obligaban a reducir significativamente la velocidad.

El trámite fronterizo fue el más rápido y agradable de todos. La única demora la tuve en la garita Viva México, a unos 20 kms de cruzada la frontera mexicana. Allí me confeccionaron el permiso para circular con la moto.

Pero en realidad esta demora no fue causada por los trámites en sí, sino por la curiosidad que les despertó a los funcionarios que me atendieron, mi largo viaje por los principales países de Latinoamérica. Era una sana curiosidad perfectamente entendible.

Uno de ellos, una persona ya mayor, me contó de su paso fugaz por Bs As unos cuarenta años atrás. Allí había conocido a una mujer porteña de la cual se había enamorado perdidamente.

Y mientras avanzaba en su relato yo observaba como el documento que tenía entre sus manos y que debía llenar con mis datos y los de la moto, se demoraba y se demoraba. Notaba como sus brazos se movían con fruición a medida que el relato iba subiendo en emoción y el recuerdo le generaba un vital apasionamiento.

Me trajo a la memoria el conocido cuento de Galeano “El hombre más viejo del mundo” donde un periodista le pregunta a un anciano de pueblo que está sentado en su mecedora con su bastón, cuál había sido su primer amor. “Mi primer amor, mi primer amor”, repetía el anciano mientras se sumergía en los laberintos de su memoria barrosa, pedregosa, neblinosa. De pronto cerró los ojos, contrajo su cara como un puño y clavando en la tierra su bastón de caña brava se irguió como un gallo sobre sus dos patas y grito:

¡Isabel! ¡Isabeeel! ¡ISABEEEEEEEEEL…!!

OTRO CLIMA
En todo momento la atención que recibí en ambas fronteras fue excelente. Ya respiraba otro clima al ingresar a México. Me refiero no sólo al clima meteorológico sino también al otro. La calidez, la paz que percibí apenas ingresé a este país fue nítidamente contrastante con la tensión que latía en cada esquina, en cada semáforo, en cada comentario callejero, en cada sugerencia, en cada rostro anónimo, en cada puesto caminero con fusiles y pistolas…, tanto de Colombia como de Centroamérica; y casi sin excepción.

Muy sutilmente el aire que respiraba comenzó a volverse seco; el cielo azul, más azul y transparente hasta que las nubes amenazantes de lluvia desaparecieron por completo: la cortina de la gran noche húmeda y pegajosa, densa y apretujada que me encerraba desde Ecuador y me dificultaba la visión abierta e infinita a la cual estaba acostumbrado… se levantó definitivamente.

Había salido del caos e ingresado a un nuevo cosmos, donde la vegetación, lo urbano, lo paisajístico, lo cultural..., se volvió menos claustrofóbico, menos apretujado: los espacios abiertos fueron ganándole terreno a la geografía y al paisaje mexicano de esta región: Chiapas.
...
Comenzaron a verse grandes extensiones de campos con sembradíos y animales pastando en un clima bucólico similar por momentos a la campiña cordobesa y por otros a la de San Luis, ambas de Argentina.

VIENTO Y ENERGÍA EÓLICA

Energía eólica por doquier
Poco antes de llegar a Juchitán, ciudad ubicada en el estado de Oaxaca, crucé una localidad llamada La Ventosa por la fuerza de sus vientos.
...
Acostumbrado como estaba al viento patagónico, no le tuve temor en ningún momento. Pero cuando detuve la moto al costado del camino para sacarle fotografías a los molinos generadores de energía eólica que por cientos se distribuían por los extensos campos, al inclinarla y apoyarla sobre su pata me di cuenta que me encontraba ya en una situación complicada. Sentí la fuerza brutal del viento al punto tal de pensar que me tiraba irremediablemente la moto al piso. Y esto me asustó.
...
Saqué varias fotos del lugar y cuando regresé no podía enderezarla. Era imposible. El viento, que ejercía una fuerza increíble sobre mi cuerpo montado en ella, me lo impedía. Hice varios intentos inútiles y estuve a punto de caerme y dejarme vencer. Pero insistí. El vendaval me golpeaba con fuerza y desaparecía brevemente. Me acurruqué todo lo que pude sobre el tanque; parecía un jorobado sobre la moto; esperé a que el momento de la quietud llegara, allí donde las ráfagas se turnan con la calma. Y apenas percibí que la pausa llegaría, en una sola operación rapidísima y sincronizada: embragué-puse- primera-levanté-rápido-la-pata-de-cabra y simultáneamente arranqué..., partiendo velozmente en zig-zag sobre el asfalto, como un borracho sin control, para no caerme. ¡Safé…! me dije…y continué mi viaje hasta Juchitán sin detenerme.

Allí llegué después de diez horas de cansadora jornada. Estaba filtrado pero feliz. Es que me sentía ya en mi propia casa por vez primera. El mejicano, el hombre y la mujer mejicana —Mutatis mutandis—, además de ser cálido y afectuoso, me resultó muy gentil y amigable.
(La próxima etapa será la Ciudad de Oaxaca (Se pronuncia Oajaca)
….
Retalhuleu, Guatemala, 02 de diciembre de 2010
© Todos los derechos reservados

No hay comentarios: