DESCANSO EN VILLA AVECIA (BOLIVIA 2006)

domingo, 29 de agosto de 2010

HOMBRES DEL BIDET, DEL FINO TALCO Y EL PERFUME FRANCÉS


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Nada sé.
Quizá allí radique mi secreto.
Consejos y exagerados cuidados, todos de buena fe, llegan a mi correo.
¡Cuidado con esto! ¡Cuidado con aquello!

¡Ah…! Si les prestara atención, seguramente no saldría de casa.

Que la guerrilla colombiana me va a secuestrar.
Que los narcos mexicanos me van a cortar el pescuezo.
Que las lluvias y los tornados van a inundar mi ilusión.
Que los ladrones peruanos,
Que el Dengue y la Malaria,
Que el sexo de Candelaria
Y la maldita prostitución...

Temores. Temores…
Temores del confort cotidiano.

Me lanzo a la aventura. Sí, a vivir el instante en plenitud.

Sé que los riesgos existen. Lo sé. Si no existieran... ¿Cuál sería entonces el chiste? (como decía un profesor de diseño en la universidad)

Somos hijos del confort, ese Leviatán que nos traga de un bocado y que hizo de nosotros —mutatis mutandi— hombres enclaustrados, de inútiles reflejos y famélica pasión; hombres amaestrados con pupilas de cartón.

¡Cuidado! ¡Cuidado…! —me gritan de a dos.
¡Cuidado qué…! —les digo yo: hombres del hastío y la gibosa tos.

¡Cuidado, Cuidado…! —me gritan de a tres.
¡Cuidado qué…! —les digo yo: hombres de cien alas con anclas en los pies.

¡Cuidado! ¡Cuidado…! —insisten otra vez.
¡Cuidado qué…! —les grito yo: hombres del bidé, del fino talco y el perfume francés.
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Río Gallegos, 29 de agosto de 2010
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